Puertos de Ribagorza 2018

Seis de la mañana, suena el despertador. Pocas horas de sueño y con varios controles de glucosa. 6 unidades de rápida, me visto de ciclista y mientras estoy desayunando recibo un mensaje de José, finalmente se ha animado y vendrá a la marcha.
Dos años mas tarde volvía a esta marcha cicloturista con dos compañeros que no la conocían, Víctor y Germán. La salida siempre nerviosa, hace que afrontemos los primeros kilómetros con precaución. Tras dejar ir a varios grupos que iban con una velocidad superior a la deseada, pillamos un grupo adecuado a la nuestra con el que rodamos unos kilómetros, hasta el túnel de Santraliestra, donde se rompe el grupo y nos alcanza Santy Conde.
 


Es un pediatra especializado en diabetes, con el que había hablado por WhatsApp, leído sus tweets y visto alguna de sus conferencias por YouTube, pero no habíamos coincidido personalmente. El tema central de la conversación durante los siguientes kilómetros ya os podéis imaginar cual fue. Y allí íbamos los tres , German Santy y yo hablando sobre insulinas, raciones y unidades. Una conversación de lo mas normal en un pelotón ciclista.
Sin darnos cuenta, llevábamos un pelotón de 30 personas a rueda y ya estábamos en Campo. Tras pasar esta localidad, la carretera se estrecha y aparecen unas rampas con porcentajes importantes. El grupo se rompe y pocos kilómetros después nos encontramos con José. Ha seguido la misma táctica que hace dos años, ha salido delante y lo alcanzamos a esta altura. Decidimos ir con el hasta Castejón de Sos, donde nos recomienda que sigamos nuestro ritmo que el cuando lo alcance el coche escoba se retirara.


Miro mi glucosa antes de empezar el puerto de Las Paules y veo que sigo en valores altos, la causa puede ser dormir muy poco la noche anterior, poca insulina basal o una mezcla de las dos.
Ascendemos el puerto con un ritmo cómodo, adelantando gente, incluso entablando conversación con un chico diabético. Tras coronar el puerto, una falsa bajada hasta el pueblo de Las Paules donde Eduardo, nos esperaba con una sonrisa en el avituallamiento. Pero de repente empieza a soplar el viento y se aproxima lluvia, así que decimos arrancar y seguir con la ruta. Bajada larga y con el frio que hace, se instala la piel de gallina en mis brazos y piernas. Hasta que llegamos al desvío del puerto de Bonansa, donde sin apenas transición debes afrontar los seis kilómetros de ascensión, con una pendiente casi constante al 7%.

 
Y cuando quedan dos kilómetros para coronar, se instala en German el espíritu vaquero del oeste americano, y empieza a cantar Siete caballos que vienen de Bonanza. Avituallamiento en la cima y afrontamos el descenso siempre complicado, por el tipo de carretera, los túneles y los riachuelos creados con las lluvias primaverales.
 
Solo nos queda rodar a relevos y contra el viento durante treinta kilómetros, para alcanzar la meta en Graus. Donde nos espera la comida con sorpresa. Soy la mujer mas joven en acabar la prueba, y como reconocimiento recibo un trofeo y unos productos locales de regalo. 


 

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