El 15 de septiembre empezó mi aventura ciclista-turística de 10 días por Bélgica.
Si cruzar Francia ya se hace largo, imaginar el viaje con una furgoneta de 6 metros de largo, obras cada pocos kilómetros y cruzar París a las 5 de la tarde( creo que Germán perdió años de vida en la 1h30 que nos costo cruzarlo), parecía que no íbamos a llegar nunca. Pero llegamos.
-Cumplir la promesa que deje escrita en la capilla del Kapelmuur.
-Participar en el Tour de Flandes cicloturista.
-Ver el mundial de ciclismo en vivo por primera vez en mi vida.
El viaje de vuelta decidimos dejar a un lado Paris y descubrir un nuevo territorio, Normandía. Solo fue un día, pero lo suficiente para querer volver. Sainte-Mère-Eglise, famosa por el paracaidista que se quedó enganchado en el tejado de la iglesia y Playa Utah. Fue el breve sorbo que tuvimos de esta región, junto con el impresionante Mont saint-Michel.
Un viaje que nos permitió explorar el mundo de las furgonetas y también mezclar bicicletas , gofres , turismo, chocolate, un amigo que hace tiempo que no veía y cerveza belga.
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